El mundo más allá de Viena

Comparado con el Perú y los países de Sudamérica, Austria (y todos los países de Europa), son muy pequeños. Si mi presupuesto lo permitiera, podría desayunar en Viena, almorzar en Brastislava (Eslovaquia) y cenar en Praga (República Checa) el mismo día. Ahora que estamos en pleno verano, la gente se mueve en caravanas a los países vecinos, en especial a Croacia e Italia por sus playas, también hacia Francia, Grecia u otros destinos. Todo está realmente muy cerca.

Las capitales son también mucho más pequeñas y menos concentradas que las de Sudamérica. Para mí, en metrópolis como París, Viena, Roma o Madrid se siente un ambiente de liviandad, una sensación de espacio libre, incluso de silencio, que me fascina (aunque por supuesto los locales se van a quejar que cada día todo es peor). No es que haya poca gente, sino que los medios de transporte movilizan a millones de personas en un orden que no deja de asombrarme.

Claro. Acá también la gente viaja con el metro lleno. Las esquinas se llenan de coches en horas pico. Hay filas en los supermercados y los bancos también, pero desde mirada sudamericana, aunque a veces no quiero, no puedo evitar hacer comparaciones.

 

Después de tres meses en Austria, y experimentar estas comparaciones, hacer los contrastes, conversar conmigo, entiendo con calma que cada lugar del mundo vive su momento en la historia. Entiendo mejor las relaciones entre todos estos lugares del mundo y cómo se influenciaron y se siguen interviniendo en el paso del tiempo. Entiendo que ninguna ciudad es un caso aleatorio, sino la consecuencia de un proceso, el resultado de algo, y también, la causa de algo nuevo.

Entiendo un poco más, con todo el sobresalto que me ocupa, que todos estamos involucrados entre todos. Bien dijo el ex presidente de Uruguay José Mujica, que es momento que el hombre se piense a sí mismo como humanidad, como especie, y no como un sujeto dentro de unas fronteras imaginarias.

¿A qué viene todo esto? No sé bien. Solo escribo y comparto con ustedes todo lo que pasa por esta cabeza inquieta todos los días, entre la gramática del alemán, las cuentas del día y la limpieza de la habitación. Porque… ¿de qué se trata todo esto de vivir fuera de tu país y aprender un idioma si no de transformar un poco tu pequeño universo?