Oberosterreich y yo

Cuando tenía 13 años y jugaba fútbol con mis mejores amigos, tomando prestados los nombres de las estrellas latinoamericanas Maradona, Ronaldo o Marcelo Salas, no tenía idea lo que el futuro tenía para mí. Tenía un plan, pero nada de eso pasó. Hoy, sin embargo y contra todo pronóstico, tengo una relación con Oberosterreich.

De Austria, en esa época no sabía nada. Probablemente pensaba que era lo mismo que Australia. Todo lo que sabía del mundo lo sabía por el fútbol y por los álbumes de la Copa del Mundo. Así sabía que había un país que era Bulgaria y su capital era Sofía, que la de Rumania era Bucarest, y de Noruega, Oslo. Gracias al fútbol me volví un experto en capitales del mundo. También supe que había dos Alemanias en el 90 y que en el 94 Yugoslavia desapareció, sin saber por qué. Así, todo lo que sabía del mundo y geopolítica era gracias a las Copas del Mundo.

Pero ¿Austria? Ni idea.

Después, cuando tenía casi 20 años y me interesaba mucho la música apareció Mozart, Strauss y todos esos nombres fundamentales de la música clásica. Luego pasaron los años y por los avatares propios de la vida, llegué acá por primera vez hace tres años. Entonces ya sabía muchas cosas más sobre Austria, pero no sabía nada de Oberosterreich.

Oberosterreich, que significa Alta Austria, es uno de los nueve estados de Austria, el tercero más grande, con un millón y medio de habitantes. Su capital es Linz, de donde vienen muchos amigos que tengo acá. Linz resulta ser una de las ciudades más interesantes de este país: antes era una ciudad industrial sin nada especial, pero en los noventas tuvo una escena underground muy interesante -imagino que para sacudirse del aburrimiento- y hoy es una ciudad con personalidad y cultura. Tiene muy buenas escuelas, universidades, festivales y artistas. Luego hay otras también importantes como Wels, pero en general, Alta Austria está delimitada por Alpes, Ríos, Lagos, Valles y cualquier pasaje de ensueño que te puedas imaginar.

Curiosamente, cuando pienso en este lugar, pienso en mi niñez y recuerdo a mi madre, cuando armaba sus rompecabezas de 5000 piezas sobre la mesa del comedor de la casa. Recuerdo lo especial que era para ella, como un ritual, trabajas en ellos por semanas, hasta que lentamente se empezaba a ver una fotografía de un paisaje perfecto, con un lago limpio, un sol brillante y unas montañas puntiagudas que se reflejaban en el agua, como también unas casas de colores, hermosas, donde alguna vez quería yo vivir porque era el lugar más bonito del mundo. Cuando mi mamá terminaba sus rompecabezas entonces yo veía fascinado los Alpes sobre la mesa del comedor.

Hoy, con mis ojos de 34 años, sigo mirando así estos paisajes que veo en Alta Austria. Ahora en 3D y full color.